Por: Diana Mosquera
Los sacudones de las luchas obreras de fines del siglo XIX tuvieron eco en nuestro país en la segunda década del siglo XX; época en que la corrupción de los gobiernos liberales les llevó a traicionar la revolución Alfarista y ponerse al servicio de banqueros, grandes comerciantes y terratenientes; mientras la crisis desatada por la primera guerra mundial era trasladada a los trabajadores, sacudiendo el desempleo, la pobreza, hambre y marginación en los trabajadores.
En ese escenario y bajo la influencia de la revolución socialista de 1917 asoman las primeras asociaciones de trabajadores, que forjaron una inicial conciencia proletaria e impulsaron los vientos de protesta, bajo las banderas de la jornada laboral de ocho horas y por mejores condiciones de trabajo. Y fue en Guayaquil donde el descontento subió de tono, convocándose una gran huelga contra el poder corrupto de la banca y sus aliados. El 15 de noviembre de 1922, miles de trabajadores llenaron las calles del puerto, desafiando a policías y militares, que tenían la orden de parar a raya la protesta. El enfrentamiento comenzó en las primeras horas de la mañana y duró hasta la tarde. Las calles se convirtieron en regueros de sangre, mientras los cuerpos sin vida de muchos manifestantes quedaban en la calzada. En el crepúsculo, piquetes de soldados recogían los cadáveres esparcidos en las calles, los amontonaban en carretas y los echaban ala ría. A la mañana siguiente, las apacibles aguas del gran Guayas mostraban aún decenas de cuerpos rebalsando sobre las aguas, como tributo al grito de rebeldía de un pueblo que decidió levantar sus puños contra la injusticia. Era el bautizo de sangre los trabajadores ecuatorianos, que años después germinaría en la aprobación de la jornada de ocho horas y en la expedición del Código del Trabajo. Motivos suficientes para consagrar al mes de noviembre como el mes de los trabajadores ecuatorianos.

El panorama actual no es nada alentador para los trabajadores ecuatorianos: inseguridad, inestabilidad, despidos masivos, decretos inconstitucionales, precarización laboral, están a la orden del día. La reacción celebra los golpes asestados a los forjadores de la riqueza nacional y anuncia el cambio época. Algunos que antaño se llenaban la boca con los derechos de los trabajadores, hoy instalados en las cumbres del poder, aplauden los cambios regresivos y dicen falsamente que la revolución laboral está en marcha. Pero se equivocan; olvidan que la masa trabajadora es como un león dormido que despertará con fuerza y hará trizas de quienes hoy cantan victoria ante las puñaladas asestadas; entonces los trabajadores se levantarán no solo para recuperar sus derechos arrebatados, sino para expulsar del poder a los traidores y falsarios y para construir el poder popular. Entonces, pueblos del Ecuador: a perderle el miedo a los tiranos, a forjar la más amplia unidad para reeditar otro noviembre de los trabajadores.
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